Del poemario Los muros al viento
Volará una primavera
En cada otoño frío, volará una primavera,
cuando en los bosques, las hayas se duerman.
Será un rumor vacío, que cubrirá mi tierra,
entre caminos nervados y dulces veredas.
Y se irán así los pájaros, como oscuras velas,
sobre el viento ondulado, de esa primavera,
lejos, ¡muy lejos! donde los astros esperan,
la llegada tierna, de sus alas huecas.
Irisadas hojas, que como flores secas,
lloverán del cielo, en la tarde muerta.
Tiempo huido, donde se abrirá una puerta,
blanca como el alma, hacia la espesa niebla.
En cada otoño frío, volará una primavera,
y llegará silente, sumida en la espera.
Un halo de nostalgia, en una lluvia cualquiera,
un horizonte húmedo, una playa desierta.
Quizá ya no vuelva, aquella luna serena,
a traerme en las noches, mí llanto por ella.
Que amor no perece, sumido en la pena,
si solo se vive, viviendo sin ella.
Y así se irán los años, bajo la luz eterna,
y nada ya vendrá, aunque todo venga.
Seguirán las hojas, danzando en la tierra,
y seguirán mis ojos, volando a las estrellas.
En cada otoño frío, volará una primavera,
sobre las calles mojadas y las urbanas veletas.
Crecerá como una espiga, solitaria y yerma,
entre los campos de asfalto y la turbia colmena.
Un jardín velado, junto a los muros de hiedra,
donde todo cae y mi consuelo se encierra.
Aquellas manos ciegas, en la distancia inmensa,
manos a las que no alcanzo, mientras todo se aleja.
Será la sed el agua, de la nueva primavera,
cuando surja del otoño, húmeda sobre las aceras.
Un rincón extraño, quizá una nube de cera,
y el aroma del rocío, tan leve como era ella.
En cada otoño frío, volará una primavera,
a traerme en el alba, roto mi reloj de arena.
Un sueño que se acaba, con la primera huella,
como un paso en el silencio, que siempre llega.
Dormitarán mis parpados, sobre ríos de piedra,
cerrándose a la luz, del cielo y las estrellas,
y en un mar imprevisto, se abrirá una brecha,
cayendo así las aguas, de mis ojos que la anhelan.
Pues de tanto soñarla, hoy mi otoño es primavera,
y la niebla del pasado, ¡y la nostalgia!¡ y la pena!
florecerán bajo los sauces, como una tarde cualquiera,
en este otoño florido, con las flores de su ausencia.
Miguel F. Martín
Capítulo -Mariposas en el destierro
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